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  De cómo ha pasado el tiempo por los terrenos que conforman el coto dan fe los numerosos vestigios que lo jalonan. Desde restos de sentamientos romanos, los más antiguos, hasta los más recientes, viejos corrales de ovejas ya prácticamente derruidos. En medio se encuentran elementos más que reveladores, como las cornamentas de ciervos que, por su envergadura, hablan de animales que es imposible ya encontrar en toda la Península Ibérica.



La roturación de los campos para el pastoreo es lo que ha dado como resultado que sólo algunas áreas conserven arbolados y que esos corrales jalonen el campo. Uno de ellos, restaurado con sus materiales originales (adobe, barro, brezo y césped), es el que sirve de refugio para este coto.